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A mis 30 años

 

Como pasa el tiempo, hace ya tres décadas que llegué a este mundo, fui una nena no planeada, aunque no por ello mal recibida, por el contrario, me han querido, y mucho, tal vez más de lo que pueda merecer.  Debo  confesar que pese a mi edad trato de mantener a mi “niña interna,” y creo que las personas que me conocen pueden dar fe de ello.

Yo no creo que la vida se deba vivir con las reglas impuestas por otros, tampoco creo que deba vivirse sin reglas, creo firmemente que la vida se debe vivir con la finalidad de ser felices durante todo el camino; muchas veces ser feliz significa ayudar a alguien, muchas otras empujar a otros,  (creo que por ello y orgullosamente elegí mi profesión),  y siempre, siempre he tenido claro que todo en esta vida se nos regresa para bien o para mal, la factura nos llega y además,  regresa en esta vida, no en otra.  Así, cualquier decisión que elija tendrá aquí y ahora más repercusiones que las evidentes.  

No quiero, ni puedo ser mal agradecida con la vida, hoy a mis treinta años recuerdo cuando tenía quince, hace quince años cuando disfrutaba de la adolescencia, donde tenía toda la vida y el mundo por delante, ilusiones, sueños, esos días donde creía que la inocencia, la transparencia y la burbujita donde vivía serían eternas; esos días en que el mundo era multicolor, con el eterno amor de mis padres y hermanos que me dieron una infancia bella, a cada uno de ellos gracias por ser mi gran soporte, por darme y enseñarme su amor incondicional, por las enseñanzas, por el impulso, por los cuidados, por su gran amor, por el gran amor de familia que al día de hoy puedo decir orgullosamente aún está y es más grande que hace treinta años.

El tiempo pasó, dejé los quince y a lo largo de estos años aprendí y hoy sé que no me gusta joder a quien no me jode, así como no lo pienso dos veces en joder a quien a mí lo hace, de igual forma no lo pienso dos veces en ayudar a quien lo necesita, creo en la reciprocidad, creo que si alguien me da respeto no merece menos que eso, que si alguien me da su amistad no merece menos que amistad, que si alguien me traiciona no se merece eso, se merece una puñalada de frente y delante de todo el que pueda verlo, creo que cuando la tormenta viene, porque indudablemente existen momentos en que la tormenta llega, debo dar gracias por tener la oportunidad para demostrar de que soy capaz, de que estoy hecha.   Estoy segura que una vida sin retos no sería una vida plena, porque una vida donde todo es fácil no es vida.  

Hace mucho, o tal vez nunca me ha importado lo que piensen los demás, soy de esas personas que siguen el “valemadrismo” porque al fin y al cabo reprimir es dejar de vivir, porque una vida sin riesgos no es vida, porque la vida debe vivirse siempre bajo la consigna de ser feliz, como hace tiempo encontré en un libro de Osho: “La única responsabilidad que tiene el ser humano es ser feliz”, y por fortuna puedo decir que sí, Aquí y Ahora soy feliz. .

El tiempo me mostró y  aprendí que cuando odie el color rosa termino siendo uno de los que más me agradan,  que cuando odiaba las redes sociales termine siendo una adicta a ellas, y no me avergüenzo porque no pretendo ser jamás esclava de mis palabras, porque sé, todos estamos expuestos a equivocarnos, a cambiar de parecer, y esto nos hace ser más humanos y más comunes de lo que podamos pensar.

A mis treinta años, sé lo que es la amistad, lo que es el amor, lo que es la violencia, lo que es la paz, lo que es la honestidad, lo que es la mentira, lo que es la envidia, lo que es un abrazo, lo que es un rechazo, lo que son los celos, lo que  es la enfermedad, lo que es la salud, lo que es el enamoramiento, lo que es enamorarse, lo que es desenamorarse,  conozco al bien, conozco al mal, sé lo que es abrir los ojos y agradecer a Dios por el nuevo día, sé lo que es tener problemas, se lo que es recibir bendiciones, sé que el hombre y la mujer perfectos no existen, así como tampoco los más imperfectos, porque una misma persona hoy puede ser perfecta y en diferente época para los mismos ojos no serlo.

He tenido la fortuna de conocer grandes personas, amigos que me han mostrado caminos que no conocía, hermosos lugares de fantasía, hermosos jardines que invitan a caminar sintiendo el pasto en los pies, caminos largos rodeados de árboles frutales y carrizos donde sentía en cualquier momento podría saltar un oso panda y darme un abrazo, cascadas, arroyos, sol, lluvia, calor, frío….  Agradezco a cada una de las personas que han dado momentos hermosos a mi vida, gracias por su amistad, por cada día vivido, por la sinceridad, por la alegría, por los sueños compartidos,  por las risas, por las lágrimas, por la complicidad, por la paciencia, por el compañerismo, por los abrazos, por la lealtad, por las enseñanzas, por el tiempo, por el amor, por las tazas con café, por los brindis, por las largas charlas, por las desveladas, por los fines compartidos, por las locuras, por las corduras, por las palabras, por los silencios, por las andanzas, por aceptarme tal y como soy, por siempre llegar y estar en el momento justo, no antes, no después.

Confieso que a mis treinta años suelo ser excéntrica, egocéntrica, difícil de comprender, pero también confieso que me pueden preguntar y contestaré con la verdad, he comprendido que a mis amigos les agrada esto antes que recibir una mentira en la cara, con el único fin de ser políticamente correctos.  Debido a ello, he aprendido a valorar más a mis amigos que no me dan siempre la razón, como bien dicen no hay nada material que el dinero no pueda comprar, pero la sinceridad y la lealtad no se compra con nada. 

Siento que a mis treinta años apenas estoy comenzando a vivir, aunque para algunos sea incluso ridículo no quiero y no voy a abandonar mis ilusiones y principios que viví y adopté como filosofía de vida hace ya algunos años, sin olvidar la libertad de vivir lo que realmente siento, dejando a un lado el temor al ridículo, al que dirán, o por ser distinta.   

Ahora que dejo los “vein-tes” y entro a los “tas”, llego a la conclusión que nunca he tenido la razón, pero que tampoco me he equivocado, porque hasta equivocarse es correcto, porque quien no se equivoca nunca va a tener la razón, y justo de mis errores he aprendido las mejores cosas de mi vida.  Aquí y ahora, en mi “TAS”, seguiré liberando a la niña que llevo dentro, permitiendo que sueñe, que se ilusione, que no olvide que las hadas existen, que continúe andando para alcanzar esos sueños e ilusiones;  siento que la vida trae muchos retos, esto me alegra porque me brinda la oportunidad de crecer y espero seguir aquí y disfrutar con cada una de las personas importantes en mi vida el tiempo que Dios lo permita, no sé cuanto más, pero el tiempo que sea lo viviré como siempre al máximo, estoy segura que el tiempo, poco o mucho,  será el necesario para cumplir la misión encomendada en este mucho, y si, me encantaría fuera mucho tiempo para disfrutar aún más cosas con cada una de las personas importantes en mi vida, pero si no es así, sábete que se te quiere, que se te ama, y si ya no estoy,  mi Ángel y esencia  seguirán siempre junto a ti.

Gracias por caminar a mi lado y compartir tantas cosas conmigo, gracias por respetar mis canas, que aunque no se ven a menudo, ahí tan.  Por esto y más GRACIAS.

Ady

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